Había una vez, un pequeño Krill que quería cambiar el mundo. Sabía que algún día conseguiría hacer algo tan grandioso que a su familia se le encenderían sus barriguitas de orgullo.
Su razonamiento era simple: si él, pesando menos de dos gramos, podía alimentar a una ballena que pesaba toneladas.. ¿qué podría detenerle?
Tardó algún tiempo en entender que si para saciar a la ballena, necesitaban casi una manada, para cambiar las reglas, tendría que convencer a sus treinta mil parientes para que le ayudaran. Así que se echó a nadar para convencerles a todos, y un krill puede ser realmente rápido cuando tiene prisa...