La mayor parte de las personas que conozco se quejan de alguna cosa a diario. Pequeños dramas que impiden que sonriamos sin motivo o nos sentemos un momento a mirar las flores apareciendo en un jardín o una araña reposando en una esquina.
Sin embargo, uno se acostumbra a todo lo demás que nos orbita por horrible que sea. Sobre todo a lo que no debería ser.
Es como en la historia la rana que no es capaz de huir mientras se calienta el agua en la que descansa.