Tres inmensas bandadas de estorninos han sobrevolado mi cabeza mientras pensaba en cosas super serias pero ridículamente intrascendentes. El ruido de su aleteo, sus figuras caprichosas, su insistencia en obligarme a levantar la cabeza, han conseguido alejar por un momento mi estupidez avergonzada.
Creo que necesito un cursillo de verano intensivo para que ese momento de lucidez sea lo más largo posible y sustituya la música de fondo por el sonido blanco de cientos de alas coordinadas llevándose lejos el ruido.