Juan Sin Miedo pasó por mi lado y me llevó hasta su cuento.
No se asustaba por nada. Ni mirá atrás, ni a los lados. Él siempre adelante.
Lástima no ser yo la princesa que se prometía; me habría rescatado yo solita y se habría ahorrado unos días el chico para dedicármelos.
Pero en esa historia yo sólo abría la puerta del castillo cuando tocaba al portero el cartero comercial o cualquier otro. El último en llamar, repartía notificaciones y propaganda electoral... Y eso sí que da miedo...