Me lo contó con los ojitos brillantes por el vino. Le había escrito una carta a la Gran Duquesa detallando minuciosamente cómo quería al amor de su vida.
Cuando le recibió totalmente empapado por la lluvia en la puerta de casa, decidió olvidar que podía seguir escribiendo por miedo a que le saliese un final.
Al partir la galleta de la buena suerte aquella noche conmigo, pudo leer: "Las cartas a los Reyes Magos nunca se acaban; sólo se despiden hasta el año que viene".
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